Camboya: la conexión verdadera en Koh Rong

La felicidad se encuentra en los pequeños momentos. Al tomar conciencia de esto la vida se disfruta de otra manera, de una menos dramática, sin esperar llegar a ningún lado. Entendiendo nuestra existencia como un camino constante donde el presente es lo más importante. Y cuando durante un mismo día se suceden varios de esos instantes mágicos, estamos frente a un recuerdo imborrable. Eso me sucedió en la remota isla de Kho Rong en Camboya, durante mi experiencia por el sudeste asiático.

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya.

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

A medida que fui recorriendo países del mundo comprendí el sentido del viaje desde una perspectiva diferente. Porque a viajar se aprende, y a conocernos a nosotros mismos. En Asia terminé de confirmar que mi mayor motivación para seguir viajando era la de conocer nuevas costumbres y culturas, pero de una forma auténtica, transparente, desinteresada, real. Donde relacionarse con personas como pares en un entorno diferente al que estamos acostumbrados. Mimetizarse con determinados contextos y situaciones, casi pasando desapercibido, sin ser la principal atracción. Esto implica alejarse del capitalismo y del turismo masificado. Es un desafío lograrlo, pero mismo en un lugar de moda como el sudeste asiático es posible. Más allá de que uno debe animarse a salir de las rutas tradicionales para encontrar estos momentos, muchas veces suceden de manera inesperada en sitios donde no lo imaginábamos.

La isla de Koh Rong en parte ofrece el típico circo para los turistas y se ha vuelto un destino popular, aunque no al nivel de Koh Phi Phi en Tailandia, que ya es un extremo absurdo. Sin embargo, basta con alejarse sólo un poco de la zona comercial para descubrir la esencia de la isla. Por otro lado, el hecho de que no haya wi fi ni señal de celular nos obliga a conectarnos con lo verdaderamente importante, cortando esa triste dependencia de las nuevas tecnologías y la vida virtual. Nunca me molestó estar en soledad, incluso necesito mi espacio e independencia todos los días. Como siempre, me alejé de las relaciones superficiales y de la zona de fiesta, para hablar con gente local o con otros viajeros en mi misma sintonía, además de caminar mucho, nadar o leer en la playa, en algunos sitios por desgracia muy contaminada.

Isla Koh Rong, Camboya (2015).

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

Había escuchado que la mejor playa de la isla, llamada Long Beach, estaba cerca de una hora a pie desde donde me alojaba. Así que encontré un bonito sendero que ascendía por la selva para luego bajar hasta el inicio de la playa. Para mi sorpresa casi no me crucé con turistas y esta hermosa extensión de arena blanca con agua turquesa resultó estar casi deshabitada. Cerca, obreros y maquinas trabajando en nuevas construcciones, lo que denotaba la pronta intención de sacarle provecho comercial a este paraíso. Tenía suerte de estar aquí en este momento y poder disfrutar de la playa entera casi yo solo. No tenía nada para comer y me invadió el hambre, por lo que me acerqué a una casa pequeña con unas pocas mesas afuera donde había personas de la zona. Era el único extranjero. Vendían principalmente bebidas. Pero tuvieron la cordialidad de prepararme un plato de la misma comida que ellos consumen a diario: arroz con un par de pequeños pescados cocinados enteros sobre una parrilla. Estaba delicioso, me chupé los dedos literalmente. Y compartí el momento con gente local que me hizo sentir muy a gusto.

Caminando por la playa me topé con un niño pequeño y su madre. Ella estaba embarazada y descansando en una hamaca paraguaya y el pequeño me observaba curioso. Sostenía un celular viejo con el que escuchaba música y bailaba, ritual al que me incorporé. Jugamos buena parte de la tarde y nos sacamos fotos mientras la madre miraba sonriente. Luego llegaron en una lancha varios pescadores y me senté con ellos mientras bebían de una botella de plástico, vaya a saber con qué bebida alcohólica. Me incorporaron de inmediato como si fuera uno más de la familia, sin pedir nada a cambio. Nos comunicábamos mayormente por señas, ya que no hablábamos ningún idioma en común. Pero el mayor porcentaje de la comunicación se encuentra en los gestos, así que pudimos entendernos y pasar un buen rato. Comenzó a esconderse el sol y decidí retornar para no tener que caminar por la selva en la oscuridad.

Esa noche antes de dormir pensaba que había sido un gran día. Que aquello que había sucedido era exactamente lo que buscaba cuando viajaba. Empezaba a comprender que la verdadera conexión con los entornos y los seres está en una mirada a los ojos, en una sonrisa, en la comunicación cara a cara. La única forma de conocer a los pueblos era ganándose su confianza, compartiendo y dejando de lado los prejuicios. Animándose a adentrarse en lo desconocido, guiándose por la curiosidad. Haciéndole caso a nuestra intuición, dejándose llevar. Apartándose del centro de la escena para conocer historias. Empatizando. De eso se trata el viaje para mí: la conexión verdadera.

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

Acerca de Diego Fina

Marketing Manager +íon Percussion
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2 respuestas a Camboya: la conexión verdadera en Koh Rong

  1. Alejandrock dijo:

    Muy interesante. gracias por compartirlo.

  2. mo yura dijo:

    thank for visiting cambodia.

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