Barcelona: la perla europea plagada de atractivos (primera parte)

Como ya había comentado algo al respecto, ese momento en que abandoné Madrid con destino a la ciudad catalana fue bastante especial y lo recuerdo latente. Por entonces era pura incertidumbre y todavía no le había tomado el ritmo al viaje, mi mochila pesaba demasiado y el hecho de partir sin compañía alguna lo hacía difícil emocionalmente. Estaba en pleno proceso de adaptación y me iba a ir haciendo de a poco, pero Barcelona sería el sitio ideal para ganar confianza, soñar en grande e ir dejando los miedos a un lado. Las cosas se irían acomodando y montones de otros viajeros le darían el verdadero sentido a la experiencia, para poder entregarme a nuevas culturas, costumbres y paisajes.

El hecho es que luego de recorrerla cerca de diez días me enamoré de la ciudad. Hubo química de entrada con la capital de Cataluña, que se posiciona con autoridad entre los destinos turísticos más recomendables del planeta a partir de sus numerosos atractivos, ambiente cosmopolita y rasgos distintivos bien propios, todo en un marco histórico que habla por sí sólo. Lo cierto es que sería una pena ir a Barcelona por poco tiempo, no tengo dudas que cuando se viaja es mejor dedicarle más días a ciertos lugares y resignar algunos para más adelante, ya que de este modo se disfrutará más el viaje y conocerá de manera más profunda e interesante los destinos elegidos (el que mucho abarca poco aprieta). Por eso creo que es conveniente permanecer al menos una semana aquí. En mi caso no me alcanzó con este primer encuentro y luego de varios meses de vueltas por Europa decidí volver por unos cuantos días más antes de encarar el último tramo del recorrido (por Italia), en lo que fue un alivio y disfrute luego de hablar tan poco español durante meses, ya que me había mimetizado con una sociedad española que me hacía sentir como en casa. En realidad todavía siento que un espacio importante de mis días merece ser asignado a Barcelona, por lo que suelo imaginarme viviendo allí en alguna época de mi vida, por lo que puede que esta historia no se haya cerrado aún.

Barrio Gótico

Barrio Gótico.

Son incontables los rincones para recorrer: La Rambla, el Barrio Gótico, maravillas arquitectónicas encabezadas por la Sagrada Familia, la extensa playa y paseo marítimo, plazas emblemáticas, montañas con vistas hermosas, el castillo de Mont Juic con su fuente que se ilumina por las noches, el mercado de La Boquería, bares para divertirse, el mejor fútbol del mundo, lugares increíbles muy cercanos (como el Monasterio de Montserrat) y sobretodo una energía muy especial marcada por la cantidad de visitantes de todas partes del globo que la convierten en mágica y atractiva. Ante tanto material decidí elegir sólo algunos de los puntos que conocí y desarrollarlos individualmente, sabiendo de la abundante oferta de posts del mismo estilo, pero siempre intentando compartir el relato desde mi subjetiva mirada y sensaciones.

Barrió Gótico, La Rambla, Plaza Cataluña y La Boquería

Al principio y un poco desorientado me dediqué a conocer lo que tenía al alcance de la mano y más tradicional. La famosa Rambla inicia desde la Plaza de Cataluña (punto de reunión y el final del recorrido del autobús proveniente del aeropuerto, por ejemplo) y conforma varias cuadras ocupadas por comercios, vendedores y muchos turistas, que culminan a metros del mar. Recorrerla implica tomar conciencia de lo cosmopolita de Barcelona al toparse con curiosos de todas partes, que pasean entre artistas callejeros, pintores, dibujantes, puestos de flores, cafeterías, restaurantes, además de edificios de interés como el Palacio de la Virreina, el teatro de El Liceo o el mercado de La Boquería con sus variedad de productos frescos a buen precio . A pocos metros sobre uno de los pasajes laterales se encuentra la Plaza Real, rodeada de palmeras, cervecerías y coleccionistas de sellos y monedas los fines de semana.

Mercado de La Boquearía

Mercado de La Boquearía.

Pero lo que más me impacto de esta zona céntrica fue el particular Barrio Gótico, que asombraba con sus estrechas callecitas a cada paso. Como dirían los españoles, la Catedral es la que se lleva la Palma con su fachada fotogénica y vale la pena sentarse a observarla con la sinfonía de algún músico callejero como banda sonora. Por su parte la noche tiene dos caras: cuenta con muchas propuestas interesantes de bares y lugares para pasar el rato, pero el ambiente no es el mejor en las calles, con una  notoria oferta de prostitución y un dejo de inseguridad (nada para exagerar).

Puerto, paseo marítimo, playas y Barceloneta

La Rambla desemboca en el puerto antiguo, donde se encuentra la plaza Portal de la Paz y el monumento del genocida  de indígenas Cristóbal  Colón (el mismo que en la escuela nos pintaron de héroe). A continuación una larga pasarela que pasa por el Moll de la Fusta (muelle de madera) termina en el Maremagnum, un centro comercial con ubicación de privilegio. Tanto por el  día como cuando oscurece este era de mis rincones preferidos para relajarme y contemplar el mar, los barcos y el paisaje.

Desde el muelle

Desde el muelle.

Luego se puede bordear el Mediterráneo en una zona muy agradable frecuentada por deportistas hasta llegar a la zona del paseo marítimo y las playas, con poco más de cuatro kilómetros de extensión, entre ellas la de Marbella, que es para nudistas. A diferencia de la Argentina aquí las mujeres suelen estar en topless con total naturalidad ya que cada uno hace su vida sin molestar a los demás ni darle importancia a las apariencias, lo que genera un clima distendido y alegre. Por detrás se encuentra el particular barrio de La Barceloneta, con sus construcciones agolpadas en lo que conforma un triangulo, y más allá está la Villa Olímpica y el Parque de la Ciudadela. Al poco tiempo de estar en Barcelona uno se orienta fácilmente y movilizarse no es un problema gracias al metro, trenes, autobuses y sendas para bicicletas.

Parque Güell

Parque Güell.

El sello de Gaudí: Sagrada Familia, Parque Güell, La Pedrera y Casa Batlló

Desde la Plaza de Cataluña surge una de las avenidas principales de Barcelona, la exclusiva Paseo de Gracia, plagada de comercios de lujo, hoteles y algunas edificaciones de excelencia. Es el caso de la Casa Milá, conocida como La Pedrera, una obra del prestigioso arquitecto español Antoni Gaudí construida entre 1906 y 1910. Se trata de un edificio modernista  con el sello y creatividad propia de su creador, con su frente ondulado que da la sensación de estar en movimiento, dejando en evidencia un juego de luces y sombras que varía según la hora del día, y sus numerosas ventanas y balcones; una maravilla que también merece ser visitada en su poco convencional interior. A un par de cuadras se halla la Casa Batlló, otra ocurrencia de este artista, que remodeló una antigua construcción a pedido de un adinerado hombre de negocios dueño de fábricas textiles, al cual le hace honor al nombre.

Y como si fuera poco, Gaudí se despachó con una nueva genialidad al diseñar el Parque Güell, situado en la parte más alta de la ciudad y declarado Patrimonio de la Humanidad (se llevó a cabo entre 1900 y 1914 para finalmente ser abierto al público en 1926). Es un lugar público con bellos jardines y elementos arquitectónicos a puro ingenio, donde llaman la atención los pedazos de cerámica o vidrio conformando coloridos mosaicos en sus tantos objetos con figuras geométricas o en su bancos. Consta de varios sectores de interés, como la entrada, los pabellones, la escalinata, la Sala Hipóstila, la plaza, los viaductos, el Calvario y la Casa-Museo, además de hermosas vistas.

El interior de la Sagrada Familia

El interior de la Sagrada Familia.

El broche de oro de Gaudí es su obra maestra, la Sagrada Familia, una basílica católica iniciada en 1882 y todavía en construcción, que se consolidó como el monumento más visitado de toda España. Es conocido su frente extravagante con sus torres puntiagudas, acompañadas de las grúas y operarios a cargo del mantenimiento, pero cuando se ingresa el mundo cambia de color. Aquí comienza un viaje de fantasía ante semejante inmensidad, rodeado de columnas similares a troncos de árboles, torres, naves, bóvedas, formas, luz y un techo que nos paraliza al levantar la cabeza, todo en un contexto gótico por excelencia. Para que la experiencia sea completa, recomiendo subir a las torres del Nacimiento y de la Pasión, para admirar de cerca por un lado la fortificación y por el otro la vista de Barcelona desde lo más alto. Posteriormente se debe retornar por estrechas escaleras de caracol no apta para claustrofóbicos. Resulta muy difícil poder poner en palabras lo que genera conocer la Sagrada familia, más aún si se es apasionado de la arquitectura y la historia. Por eso siempre es mejor comprobarlo personalmente.

La Sagrada Familia

La Sagrada Familia.

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