10 motivos y consejos para viajar por el mundo (o intentarlo)

Al principio puede parecer una locura. Más si miramos alrededor. Los mandatos sociales, presiones, influencias e ideas sobre cuál es “el camino correcto” atentan contra las almas viajeras. En general nos criamos bajo un modelo determinado por la rutina, el egoísmo, el materialismo, el consumo. Las prioridades son claras: estudiar, recibirse, trabajar de sol a sol, lograr un ascenso, comprarse el autito, después la casa, formar una familia, seguir trabajando -probablemente en algo que no disfrutamos-, estresarse por eso, enfermarse para finalmente llegar a anciano con la sensación de que la vida se nos pasó frente a nuestros ojos sin haberla disfrutado. Parece guionado. Vinculamos el viaje con ese par de semanas laborales que tenemos al año, más asociadas al descanso o al entretenimiento que al descubrimiento y el aprendizaje. Creemos estar en un proceso de búsqueda constante, intentando llegar a algún lado, y no nos percatamos que en realidad la vida es un camino, es hoy, es ahora.

Perdemos de vista el presente, no vivimos el momento. Estamos vivos, pero no viviendo. Seguimos la corriente, los estereotipos, no confiamos en nosotros mismos, tenemos miedos. Es cierto que la suerte juega un papel importante, la realidad que nos toca, y a veces resulta difícil revelarse al sistema, arriesgarlo todo y salir a hacer realidad nuestros sueños;  algunos no tienen opción. Pero no es imposible, y los casos de personas que se animan a escaparle a la zona de confort son cada vez más numerosos. A continuación y basándome en mi experiencia personal tras años viajeros comparto unos consejos y razones que espero sirvan de motivación para aquellos a los que el deseo por conocer el mundo les esté quemando por dentro.

Baño en las aguas sagradas del templo Tirta Empul, Bali, Indonesia (2015).

Baño en las aguas sagradas del templo Tirta Empul, Bali, Indonesia (2015).

GANARLE LA PELEA AL MIEDO

Acá empieza todo. Es una pelea difícil, angustiante y psicológica. Estamos llenos de temores y pensamos en todo lo que podemos “perder” más que en lo que podemos ganar. El primer paso es animarse, tomar decisiones. Acción y reacción, ser el cambio que queremos ver. Escucharnos a nosotros mismos. ¿Lo que estoy haciendo es lo realmente quiero para mi vida? Es clave no auto-boicotearse tratando de creernos nuestras propias excusas. Es que como decía Jaime Balmes, “el hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a los otros”. De hecho va a ser peor vivir toda la vida con esa pesada mochila, y encima arrepentirse. Pero una vez que reunamos el valor y superemos esas crisis veremos cómo nos sentimos diferentes, más libres y livianos. Pase lo que pase nos quedará un aprendizaje, una utilidad, un conocimiento.

Considero que se aprende mucho más de los fracasos que de los éxitos, y será casi inevitable toparse con ellos. Es parte del juego. Luego de las dolorosas despedidas, los estresantes preparativos y el lógico shock inicial que propina llegar a un sitio desconocido, veremos como todo se aclara y los males desaparecen. Nos sentimos revitalizados, empezamos a escribir nuestra historia con nuestras propias manos, sin nadie que la dirija como a un títere. El miedo y las dudas pueden volver, y está en nosotros ganarle otro round, propinarle un golpe bajo que lo deje sin aire al menos por un tiempo. Porque hacerlo desaparecer es casi imposible, no somos robots, sentimos y debemos tomarlo como algo natural, sin dramatizar demasiado. Pensando en nosotros mismos, siendo “egoístas”.

APRENDER DE OTRAS CULTURAS

Cuando uno viaja hace un curso acelerado de la vida. Empieza a “abrir la cabeza” como suele decirse y a ver más allá de sus propias narices. Descubre nuevas costumbres, comportamientos, representaciones simbólicas, idiomas, religiones. Es como volver a la infancia, donde todo nos llama la atención. Se toma real consciencia de la existencia del otro, y no siempre es posible adaptarse a nuevos ambientes. Lo mejor es involucrarse, hablar con la gente local, seguir sus pasos, probar nuevas comidas y actividades. Así uno podrá llegar a ver la esencia y el alma de otra cultura. Practicar el arte de la tolerancia, mimetizarse con el entorno. El aprendizaje también es histórico, nos lleva a informarnos, a contextualizar, a leer, a entender el porqué de las cosas, lo que sugiere otro viaje más allá del real: el viaje imaginario.

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).

CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS, HACERNOS MEJORES PERSONAS

Esto suele ser una consecuencia natural de los viajes y tiene relación con el punto anterior. De a poco uno se va redescubriendo, aceptándose como es. Más aún cuando se viaja en solitario, se tiene mucho tiempo para pensar y hacerse cargo de las propias miserias y virtudes. Descubrimos sentimientos novedosos y aprendemos a elegir cuáles son los lugares o situaciones dónde nos sentimos cómodos. De la mano viene el crecimiento y la calidad humana. La humildad, la solidaridad y la empatía se desarrollan como nunca antes. En mi idea de viaje no hay lugar para narcisistas, gente que se coloca por encima de sus vivencias y de los demás, pero por desgracia abundan. Aunque ese no es el mayor problema, sí lo es que sean aceptados y motivados banalmente por tantos otros. En definitiva, tratar de ser quienes no somos sólo es un síntoma de confusión y de falta de seguridad.

DEJAR DE LADO LOS PREJUICIOS

Cada uno se cría con una serie de valores, hábitos y creencias, que al no ser respetados llaman nuestra atención, lo que no debe llevarnos a creernos los dueños de la realidad, sino a aceptar las diferencias, más allá de muchas veces no estar de acuerdo con ellas. También es de suma importancia aprender a no juzgar a las personas por cuestiones alusivas al físico o la etnia por ejemplo, mejor es darse cuenta que siempre hay seres que rompen los moldes. No es fácil lógralo por completo, muchas veces somos prejuiciosos inconscientemente y de hecho el prejuicio también puede ser utilizado positivamente, contrariamente a lo que suele pensarse, y diferenciándose de lo que son palabras mayores en materia de maldad como la xenofobia o el racismo. Pero viajando de a poco se van dejando de lado todos esos preconceptos y entendiendo el mundo como un lugar sin fronteras, donde todos somos personas con más cosas en común que diferentes.

CONOCER OTRAS PERSONAS

Uno de los mayores tesoros que nos dejan los viajes son las amistades, los compañeros de ruta. También personas con las que pese a tal vez no compartir mucho tiempo nos nutren de un aprendizaje enorme, de nuevas miradas y generan admiración. Y aquí el abanico es amplio, no se trata sólo de aquellos que están viajando como nosotros, sino también de  aquellos extranjeros que viven lejos de sus países de origen y mismo de gente local. Vivir un atardecer, un paseo por la montaña o cualquier situación más bizarra con una buena compañía no tiene precio.  Y viajando en solitario sea tal vez cuando más gente conozcamos, porque no estamos atados a un grupo o una pareja, por ejemplo.

Y es así cuando nos topamos sin previo aviso con seres maravillosos con los cuales tenemos mucho en común, que sentimos conocernos desde antes, que nos entienden, respetan y valoran mucho más que tantos otros que creemos amigos de toda la vida. Así se abren puertas, hay amistades que se prolongan para siempre, y en definitiva uno termina quedándose con la gente como uno, con aquellas personas donde la admiración es mutua, donde los rencores y envidias no existen; sino no sería amistad. Es curioso cómo podemos  llegar a sentirnos “sapo de otro pozo” en el lugar donde te criaste y estar a gusto y bien rodeado en lugares que nunca imaginaste.

Con Dani, brasilero y unas de las grande amistades que me dejaron mis viajes. Finisterre, Galicia (2012).

Con Dani, brasilero y unas de las grandes amistades que me dejaron mis viajes. Finisterre, Galicia (2012).

SORPRENDERSE, FLUIR, VIAJAR SIN LÍMITES NI TIEMPOS

Cuando viajo por largos periodos siempre compro un pasaje de ida. Y no es porque no quiera volver algún día a mis raíces, sino que lo hago para ratificar una idea, para presionarme a mí mismo y no atar mis acciones a una fecha o calendario, sino todo lo contrario. Eso es lo más lindo del viaje, perder la noción de los días, que todos ellos sean diferentes, improvisar, convivir con desafíos constantes. Hasta ahora nunca dejé de sorprenderme y confío en que seguiré de ese modo. Es algo que no se explica, que se siente. Puede que no te emociones del mismo modo al ver un castillo medieval por primera vez que al verlo por décima ocasión, aunque en mi caso hay sitios que jamás van a dejar de movilizarme, aunque los visite una y otra vez. Pero no sólo se trata de lugares, los factores causantes de una sorpresa, de un cosquilleo, son muchos: situaciones, personas, canciones, aromas. Se convive con todos ellos durante un viaje y llaman la atención al estar fuera de nuestra zona de confort.

VIAJAR CON BAJO PRESUPUESTO ES POSIBLE

Aquí el punto más “delicado”, ese salvavidas del que tantos se amarran fuerte para justificar su rutina: el dinero. Queda claro que el que lo utiliza como único argumento nunca realmente se propuso viajar por el mundo, porque de hecho se sorprendería de que puede hacerlo con menos plata de la que necesita para vivir estando en un lugar fijo. Nunca termino de entender porqué tanta gente no se sincera consigo misma y se hace cargo de que no lo atrae viajar, que no le da curiosidad, que le da miedo cambiar, o que le da pereza todo lo que implica. No es un pecado, es totalmente respetable y no tiene nada malo. El tema es que si admitiesen que es posible hacerlo, estarían exponiéndose, aceptando que ellos son unos quedados, por decirlo de algún modo. Por eso aquellos que viajamos por el mundo debemos ser millonarios, no hay otra explicación.

Somos odiados por muchos que nos miran con recelo y admirados por tantos otros que agradecen poder viajar al menos de forma imaginaria con nosotros a través de un relato o una foto. Lo cierto es que hay muchas maneras de viajar con bajo presupuesto, son muchos los casos que lo abalan, y en lo personal pude demostrármelo a mí mismo. También hay demasiadas opciones para ganar un buen dinero en poco tiempo en otros países e invertirlo luego en viajes (como mediante las visas laborales a Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Dinamarca), más allá de que no se tenga el trabajo soñado. Algunas posibilidades para que no duela tanto el bolsillo son: viajar a dedo, dormir en casas de personas dispuestas a darte una mano o en carpa, hacer voluntariados o trabajar a cambio de comida y alojamiento, vender algún producto propio como artesanía o postales, hacer música, trabajar mediante la computadora y la mejor pero más complicada: poder hacer de nuestra pasión una profesión, algo a lo que deberíamos aspirar.

Y además todo va de la mano con la creatividad y con una ingeniería organizativa, de saber administrar, de saber comparar y buscar lugares económicos para dormir o comer, de regatear, y también saber darse algún gusto de vez en cuando (aunque para mí ya comer en la calle con la gente local es un placer en sí mismo). Lo principal es nuestra actitud, esfuerzo y convencimiento, porque sí, es posible hacer del viaje una forma de vida.

Dunas blancas, Mui Ne, Vietnam (2015).

Dunas blancas, Mui Ne, Vietnam (2015).

ENTENDER LA INCOMODIDAD Y LOS DESAFÍOS COMO PARTE DEL VIAJE

Naturalmente vinculamos el viaje con el ocio y el disfrute, cuando esa es sólo una parte del mismo. Nos tomamos mal las adversidades, les damos demasiada entidad y no las naturalizamos. Es un error permitir que una mala experiencia arruine un viaje (no me refiero a casos extremos donde sí puede suceder); mejor es tomarlo como un aprendizaje, no dramatizar y seguir adelante. Y especialmente cuando se viaja por mucho tiempo, tenemos que aceptar que serán lógicas las recaídas, los momentos de angustia, de extrañar, de replantearse todo. Y hay que pasarlos. A medida que viajamos más, vamos acostumbrándonos, vamos aprendiendo a viajar. Porque a viajar se aprende (y se aprende viajando). Cuando el viaje es una forma de vida, trae consigo muchos desafíos, con los cuales no es siempre fácil lidiar, muchas veces por no tener ganas o estar cansado.

Creo que cuando se llega a este punto, lo mejor es pisar el freno, recargar energías en algún sitio donde nos sintamos a gusto, y continuar. Luego las situaciones molestas de a poco ya no lo son tanto, se aprende a cómo manejarlas por un sistema de prueba y error. Recuerdo lo angustiante que fue el inicio de mi viaje a Marruecos hace varios años. Era una presa fácil, sin demasiada experiencia, sólo y frágil con mi mochila cuando arribé al puerto de Tánger. Fue un choque cultural, un baldazo de agua helada. El acoso, el caos, las miradas. Quedé mareado, la pasé mal, lloré, pero no me rendí, aprendí a regatear, a sonreírle a la gente, a no juzgar sin conocer, a no asustarme, a disfrutar. Me fui sintiendo mejor a medida que pasaban los días. Viví momentos inolvidables. Y cuando dejé el país luego de casi un mes me fui con la frente en alto, orgulloso de haber superado esa prueba, y agradecido por haberla vivido en ese momento, ya que ahora me sentía con mucha más confianza y preparado para seguir viajando.

Atardecer en Don Det, Si Phan Don, Laos (2015).

Atardecer en Don Det, Si Phan Don, Laos (2015).

DESCUBRIR LUGARES Y SALIRSE DE LAS RUTAS TURÍSTICAS

No me refiero sólo a esos sitios estéticamente bellos, algo que desde ya es una parte hermosa de los viajes, sino también a aquellos lugares que encierren historias, que cautivan naturalmente por algo que va más allá de lo visual. Por otro lado, además de seguir los pasos de cientos de personas por atracciones populares y no por eso menos interesantes (aunque muchas veces sí menos atractivas), resulta una picardía no perderse por sectores donde los turistas casi no llegan. Es allí donde ocurre la magia, donde descubrimos la verdadera esencia de los pueblos, donde nos sentimos estrellas de rock ante el pedido de fotos, pero al mismo tiempo somos tratados como uno más. En estos lugares ya no nos ven como una fuente de ingresos, como una billetera andante, sino que encontramos actos desinteresados que alegran el alma.

VALORAR DE DÓNDE VENIMOS

A veces es conveniente alejarse para poder ver mejor. Al estar lejos se valora mucho más a los seres queridos, a la vida que tuvimos, a nuestro primer hogar. Y más allá de la distancia se siente el cariño y apoyo de aquellos que siempre están. Extrañar es inevitable, pero es el precio que hay que pagar a cambio de vivir momentos únicos, tan especiales como los reencuentros.  Ver otras realidades tan trágicas y tristes nos hace sentirnos afortunados a los que nunca nos faltó nada, tomamos conciencia de lo tanto que nos quejamos por aspectos banales cuando hay gente no tiene agua o que vive en un infierno. El entendimiento social, la mirada crítica, la pérdida de la inocencia y la búsqueda de respuestas forman parte del viaje.

Milford Sound, Fiordland, Nueva Zelanda (2015).

Milford Sound, Fiordland, Nueva Zelanda (2015).

Acerca de Diego Fina

Marketing Manager +íon Percussion
Esta entrada fue publicada en Alemania, Argentina, Australia, Austria, África, Bélgica, Bolivia, Brasil, Camboya, Canadá, Chile, Croacia, Ecuador, Escocia, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, Hungría, Indonesia, Inglaterra, Irlanda, Italia, Laos, Malasia, Marruecos, México, Nueva Zelanda, Perú, Popurrí, Portugal, República Checa, Singapur, Suiza, Tailandia, Uruguay, Vietnam y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

4 respuestas a 10 motivos y consejos para viajar por el mundo (o intentarlo)

  1. Ricardo Bosio dijo:

    Diego , muy lindo tu trabajo sos genial escribiendo, te admiro mucho y a seguir disfrutando, un gran abrazo

  2. Mama Marta dijo:

    Hola Diegui, me encanto la nota, las fotos, todo! Te mando un abrazote enorme! Mama.

Deja un comentario