No se necesita de mucho tiempo para ir un poco más allá de lo tradicional cuando se visita Madrid, de hecho a pocos kilómetros del centro se encuentran dos localidades que valen la pena conocer: Aranjuez y San Lorenzo del Escorial. En ambos casos fui en tren bien temprano por la mañana y regresé cuando oscurecía, por ende un día me bastó para irme colmado de imágenes para el recuerdo y, en especial, ganas de volver pronto.
En primera instancia y a los pocos días de arribar a la capital española decidí visitar Aranjuez. Su principal atractivo es el Palacio Real con sus extensos jardines de ensueño, aunque también es admirable el trazado ajedrezado de sus calles y las huertas con frutillas y espárragos. No por nada todo este paisaje cultural fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Fui un día de semana, al llegar caminé desde la estación de trenes hasta el centro y a las pocas cuadras el recorrido se tornó encantador, rodeado de paseos arbolados que invitaban a caminarlos con un andar cansino y distendido.

Los Jardines del Palacio de Aranjuez.

Palacio Real de Aranjuez.
El día estaba un poco nublado pero agradable y la ciudad parecía desierta. Seguí los carteles indicadores hasta que llegué al Palacio, que se posaba colosal y elegante, lo que incitó una necesaria sesión fotográfica. El horario para poder ingresar al interior era más tarde, por lo que primero fui a recorrer las calles, monumentos y otros puntos de interés de Aranjuez, como la Plaza e Iglesia de San Antonio o las Casas de los Oficios, Caballeros o Infantes. La delicada arquitectura se llevaba todas las miradas, ideal en un contexto limpio y prolijo rodeado de arboles con hojas de diversos colores otoñales y oportunas fuentes de agua. Luego vendría el momento que más disfrute, un largo paseo por los interminables Jardines del Palacio con los cuales me asombraba a cada paso. Era toda una novedad para mi, nunca había visto algo semejante (en ese entonces no imaginaba que meses después lugares de este tipo me resultarían hasta familiares). Me zambullí en esta serie de senderos rodeados de impecables parques y bosques custodiados por el río Tajo, se trataba de el del Parterre, el de la Isla, el del Príncipe y el de Isabel ll, los más importantes en el periodo de la dinastía de los Habsburgo en España y diseñados para enlazar la residencia real de la árida y seca meseta del centro.

La arquitectura de Aranjuez.
Por lo general antes de conocer un nuevo sitio trataba de informarme un poco con mis libros o internet, y esta no fue la excepción, pero nada se compara con las sensaciones percibidas al vivir en carne propia esos momentos en los que uno se siente tan insignificante ante la inmensidad del universo. Tomé muchas fotografías al tiempo que descansaba en algún banco ya que resultaba agotadora tanta caminata, pero siempre quería doblar la próxima esquina para descubrir un nuevo espacio. Luego llegó la hora permitida para acceder al Palacio, lo que sería otro suceso, en ese momento asombroso, por una de las residencias de la Familia Real Española. Las lujosas habitaciones y salones con objetos originales de la época hacían que el recorrido sea un viaje en el tiempo. La Sala China o Gabinete de Porcelana y la Sala de los Espejos era sólo algunas de las más impactantes. Me fui con una sonrisa y regresé a la Estación de Atocha ansioso por conocer mi próximo destino.

En el Palacio Real, Aranjuez.

Plaza e Iglesia de San Antonio, Aranjuez.
Se trataría de San Lorenzo de El Escorial, famoso por su imponente Monasterio. Esta vez era un día lluvioso, que de todas formas no opacaría la belleza del lugar, este sí más poblado, especialmente con turistas y alumnos de escuelas, se trataba de un destino turístico reconocido también declarado Patrimonio de la Humanidad. Su construcción tomó varios años de trabajo entre 1563 y 1584, ideado por el rey Felipe ll y su arquitecto Juan Bautista de Toledo, para ser fundado finalmente por monjes jerónimos (actualmente es ocupado por frailes –nada que ver con las bolas de la misma familia- de la Orden de San Agustín). Tanto por su tamaño monumental como por su valor simbólico fue considerado por muchos como la octava maravilla del mundo desde finales del siglo XVI. Además del monasterio, esta magnífica obra de arquitectura renacentista incluye un palacio donde vivió la Familia Real Española, una basílica donde se encuentran sepultados los reyes, un panteón, una biblioteca y mis favoritos, los Jardines de fantasía con figuras geométricas de impacto visual instantáneo. El complejo también hace las veces de museo debido a sus pinturas, esculturas, pergaminos y demás objetos.

Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

San Lorenzo de El Escorial.
Hecha esta descripción quiero aclarar que no soy admirador de los reyes, las monarquías ni la Iglesia, pero que no por eso me perdería la posibilidad de conocer semejantes construcciones, más en un continente como lo es el europeo, plagado de estos símbolos históricos que son la huella latente de antepasados milenarios. Siempre me costó aprobar la materia Historia en el colegio secundario, era muy malo de hecho y reprobaba seguido, pero viéndola en persona y desde otra perspectiva sí que resulta realmente apasionante, más allá de las ideologías. Dejando de lado su principal y mencionado atractivo, la ciudad me pareció encantadora y amena para caminarla, aunque en este caso con sumo cuidado debido a las resbaladizas baldosas maquilladas por la lluvia.
Aranjuez y San Lorenzo del Escorial representan dos de los primeros sitios que visité en la última travesía europea. Fueron el asombro de esa primera vez y sirvieron como incentivo para seguir adelante en la incesante búsqueda de nuevos rincones mágicos. Entonces no imaginaba todo lo que vendría, aún no había visto nada.

En el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Jardines del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Thankks for sharing