Si se anda por el centro de España sería un pecado no conocer la fascinante Segovia. Por mi parte decidí pasar sólo unos días en la ciudad para posteriormente hacer lo propio en Ávila, siempre yendo y volviendo desde Madrid. Fue poco el tiempo que utilicé para recorrerla, pero lo aproveché al máximo caminando de punta a punta por sus espectaculares rincones.

El Acueducto de Segovia.
Declarada con justicia Patrimonio de la Humanidad por la Unesco cuenta con numerosos encantos, además de una rica historia. Su principal atractivo es el enorme acueducto, la obra de ingeniería civil romana más importante de todo el país, que asombra y reduce a lo insignificante a quien se pare a su lado. El mismo fue construido con cerca de veinticinco mil grandes piedras de granito, para conformar una longitud de 818 metros, más de 170 arcos en su haber y una altura de 29 metros en su parte más elevada, la cual se ubica frente a la emblemática Plaza del Azoguejo, la zona más visitada por los curiosos turistas y un punto de encuentro de lujo.
Lógicamente no quería quedarme sólo con la cara tradicional de esta impresionante obra de antaño, por eso decidí bordearla casi en su integridad en un paseo que hizo volar mi imaginación varios años atrás. Este camino me invitó también a perderme por el casco antiguo, plagado de edificios históricos, entre ellos los de carácter religioso (no sólo católicos sino también judíos), que comprenden una minoría que dejó su huella en la ciudad con su barrio característico. De esta forma se perciben y ven materializadas las diferentes culturas que habitaron Segovia. Algunas de las muestras de esta diversidad son la Iglesia del Corpus (antigua sinagoga) y el cementerio judío ubicado en el barrio de El Pinarillo. También vale la pena el Monasterio de San Antonio el Real con su techo mudéjar de origen musulmán, donde aún viven algunas monjas, ya que se convirtió en un convento.

El Alcázar.
Me senté un buen rato a observar la imponente Catedral de Santa María, seducido por sus puntas y ventanas, en lo que representa la última catedral gótica construida en España. Este tipo de arquitectura sería de mis preferidas y estaba en el sitio ideal para contemplarlas, ya que Europa sea probablemente el continente ideal en este tipo de arte cargado de simbolismo. Otra de las joyas de Segovia es el Alcázar con sus elegantes jardines, rodeada de arboles en lo alto de la ciudad. Hice un breve paseo por dentro donde hay un museo de artillería y luego subí por una estrecha escalera de caracol (no apta para claustrofóbicos) hacia una de sus torres. Desde arriba las vistas eran de película en un contexto ideal para relajarse y respirar el aire fresco.
Sólo pasé tres días en la ciudad, que si bien son suficientes para examinar los puntos de principal interés no alcanzan para aprender un poco más de su gente y su cultura, algo que siempre recomiendo. Lo ideal es andar sin prisa, escuchar las historias locales, visitar lugares alternativos, degustar las comidas tradicionales y partir al sentirse verdaderamente pleno (siempre que se quiera seguir la marcha, porque a veces la posibilidad de enamorarse de un lugar y establecerse al menos un tiempo es latente). Pero Ávila debía dejar de ser una incógnita, por lo que partí al nuevo y cercano destino. Esto me estaba gustando.

La vista de la ciudad desde el Alcázar.

El Alcázar.