Meses atrás cuando comencé a organizar el viaje hubo un pueblo que me llamó particularmente la atención. Al enterarme de su existencia e investigar al respecto creí estar frente a uno de esos lugares que se ganan un rincóne special en la memoria de quien los visite. Estaba ansioso y reservé con tiempo de sobra cuatro noches en un hostal que parecía perfecto. A priori todo cerraba y adivinen que: Mindo fue aún mucho mejor de lo que imaginé.
Fuimos desde Quito en un autobús que partió de la estación Ofelia (última parada del metrobus hacia el norte) y demoró cerca de dos horas por un camino zigzagueante que se perdió entre la frondosa vegetación. Esta aldea se ubicaba en el corazón de una región decorada con bosques nubosos, cascadas, senderos, ríos, biodiversidad y aves al por mayor. De a poco conoceríamos todo esto bien de cerca.

Las precarias escaleras que nos llevan hacia la cascada la Reina.
Mindo es muy pequeño, sólo unas cuantas calles de tierra con una principal donde hay algunos restaurantes y comercios. Hay una oficina de información turística, una plaza, una escuela, un complejo deportivo y demás, pero sus principales atributos no tienen que ver con las construcciones. Me refiero a la paz, buena vibra, seguridad, limpieza, aire fresco. Esta experiencia se parecía a un retiro espiritual. Esta energía fue transmitida desde un principio en nuestro albergue, donde nos atendieron con una amabilidad y dedicación absoluta. No suelo nombrar los alojamientos, pero en este caso haré una excepción, dado que nunca olvidaré el Bio Hostal y lo recomiendo por completo. Sus habitaciones y espacios son muy amplios y cómodos, al igual que el comedor, pero lo mejor es la sincera predisposición de su gente.

En pleno canopy.
El clima no acompañó demasiado, pero le tomamos el pulso a la lluvia, que casi metódicamente hacia su ruidosa presentación cerca de las tres de la tarde. Entonces no quedaba otra que madrugar para aprovechar lo mejor posible el tiempo. El primer día recorrimos bien la ciudad y fuimos al mejor mariposario, media hora a pie desde el centro, donde conviene ir a la mañana donde las mariposas esta activas. Es un deleite para la vista apreciar estas criaturas tan elegantes, que revolotean por todos lados y se posan en nuestra mano si las alimentamos con bananas pisadas. El complejo es muy bonito, también hay peces y picaflores. Justo enfrente está el río, desde donde parten los descensos con neumáticos por el río, una actividad divertida que debe contratarse en las agencias turísticas locales.

En el sendero que conduce a la cascada la Reina.
Las jornadas siguientes fueron mágicas. Cruzamos el bosque con la tarabita, que se desliza a bastante velocidad por cables de metal a más de 150 metros de altura para llegar a la zona de senderos hacia las tantas cascadas. Un cuento de hadas. Primero fuimos hacia la derecha por un espectacular paseo entre la vegetación hasta la cascada la Reina (casi dos horas entre ida y vuelta). Luego retornamos sobre nuestros pasos hasta el inicio de un paseo inolvidable por varias cascadas, en algunas de las cuales se puede bañar. El contexto natural impacta, pero no se debe subestimar la travesía, ya que implica cierto esfuerzo físico. Quizás la de Nambillo sea la más popular, pero vale la pena hacer el recorrido completo.

Grata compañía en el mariposario.
La tarabita se encuentra a cuatro kilómetros del pueblo, todo en subida, por lo que si no se quiere ir a pie es posible tomar un taxi (mejor compartido con otras personas) o hacer dedo. A mitad de camino nos espera el canopy: imperdible! Se trata de lanzarse colgado con un arnés por un circuito de diez cables diferentes, cada uno con su respectiva longitud o dificultad, están los más rápidos y los más lentos. Volar por los aires durante doscientos metros a mucha altura y velocidad no es para cualquiera, pero los que no sufran de vértigo sentirán tanta adrenalina como felicidad. En este caso mirar hacia abajo es un placer, sintiéndose diminuto antes tantos arboles y vegetación. El sistema es muy seguro y nos acompañarán dos profesionales todo el tiempo (cuesta veinte dólares por persona).

Cabaña abandonada camino al mariposario.
Otros puntos de interés son el acuario, la chocolatería, el jardín de orquídeas o el concierto de ranas. La zona se presta para los deportes extremos, el ciclismo de montaña, el excursionismo, la equitación y la observación de fauna, flora y aves (con un especialista). Mindo no es tan promocionado como otros sitios ecuatorianos, lo que no se entiende debido a su nobleza, belleza y energía, además de su cercanía con Quito. No me había ido y ya quería volver. Como buen patagónico me sentía a gusto y relajado. Pero era el turno de dirigirnos al sur hasta la sí más popular ciudad de Baños, y no por nada.

Cascada la Reina.
Madre mia que paisajes, ecuador es uno de los que está en mi lista, pero nunca viene bien…
Un país con una gran variedad de bellezas naturales, muy recomendable.