La felicidad se encuentra en los pequeños momentos. Al tomar conciencia de esto la vida se disfruta de otra manera, de una menos dramática, sin esperar llegar a ningún lado. Entendiendo nuestra existencia como un camino constante donde el presente es lo más importante. Y cuando durante un mismo día se suceden varios de esos instantes mágicos, estamos frente a un recuerdo imborrable. Eso me sucedió en la remota isla de Kho Rong en Camboya, durante mi experiencia por el sudeste asiático.

Long Beach, Isla de Koh Rong, Camboya (2015).
A medida que fui recorriendo países del mundo comprendí el sentido del viaje desde una perspectiva diferente. Porque a viajar se aprende, y a conocernos a nosotros mismos. En Asia terminé de confirmar que mi mayor motivación para seguir viajando era la de conocer nuevas costumbres y culturas, pero de una forma auténtica, transparente, desinteresada, real. Donde relacionarse con personas como pares en un entorno diferente al que estamos acostumbrados. Mimetizarse con determinados contextos y situaciones, casi pasando desapercibido, sin ser la principal atracción. Esto implica alejarse del capitalismo y del turismo masificado. Es un desafío lograrlo, pero mismo en un lugar de moda como el sudeste asiático es posible. Más allá de que uno debe animarse a salir de las rutas tradicionales para encontrar estos momentos, muchas veces suceden de manera inesperada en sitios donde no lo imaginábamos.